Americanah. Chimamanda Ngozi Adichie


Me gustan esos libros con tramas que relatan cada tramo de una vida, y es eso lo que leí que le critican algunxs bloguerxs. A mí me encantó, porque justamente es el relato de muchos aspectos en una buena parte de la vida de una mujer: amores, inmigración, cotidianidad en diversos territorios, la raza, ser consciente de la raza, ser mujer. En fin, un libro de esos que a mí me gustan, lo que es más que suficiente.











Chimamanda Ngozi Adichie. Americanah. 2013

Resumen de la editorial:
Lagos, mediados de los noventa. En el marco de una dictadura militar y en una Nigeria que ofrece poco o ningún futuro, Ifemelu y Obinze, dos adolescentes atípicos, se enamoran apasionadamente. Como gran parte de su generación, saben que antes o después tendrán que dejar el país. Obinze siempre ha soñado con vivir en Estados Unidos, pero es Ifemelu quien consigue el visado para vivir con su tía en Brooklyn y estudiar en la universidad. Mientras Obinze lucha contra la burocracia para reunirse con Ifemelu, ella se encuentra en una América donde nada es como se imaginaba, comenzando por la importancia del color de su piel. Todas sus experiencias, desgracias y aventuras conducen a una única pregunta: ¿acabará convirtiéndose en una «americanah»?
Americanah, que recoge el término burlón con que los nigerianos se refieren a los que vuelven de Estados Unidos dándose aires, es una historia de amor a lo largo de tres décadas y tres continentes, la historia de cómo se crea una identidad al margen de los dictados de la sociedad y sus prejuicios.

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Huesos en el desierto. Sergio González Rodríguez


Hace muchísimos años quería leer este libro: exactamente desde que leí por primera vez 2666. Allí, en la literatura pura de Roberto Bolaño, los crímenes de Santa Teresa, o Ciudad Juárez me parecieron la parte más alucinante de la novela, que es la contracara o, mejor, la traducción literaria de una gran crónica periodística que escribió hace ya bastante Sergio González Rodríguez.

Es que no se me ocurre otra palabra que alucinante y me resisto a ir al diccionario a buscar un sinónimo porque no creo que otro vocablo pueda describir cómo yo sentí este libro.

La misoginia, el machismo, el patriarcado, todo exacerbado por el narcotráfico y la industria de las maquilas (y, por supuesto, la frutilla del postre: la impunidad política, policial y judicial) que sembraron de cadáveres de niñas y mujeres esa ciudad mexicana.

Un horror, pero, como dice el autor, no hay derecho a tener miedo, porque "la valentía de las víctimas al encarar en el último momento la indignidad de su muerte, nos librará del miedo, siempre, una y otra vez".


















Sergio González Rodríguez. Huesos en el desierto. Anagrama, 2015

Resumen de la editorial
Huesos en el desierto describe la fórmula precisa para cometer crímenes perfectos. Basta pensar en una urbe en la que hubiera libertad para violar, torturar y matar mujeres, los policías encubrieran a los asesinos o fueran sus cómplices, maquinaran la culpabilidad de gente inocente y amenazaran o atentaran contra la vida de quienes se atreviesen a denunciarlos. En consecuencia, los culpables estarían libres y el gobierno cerraría los ojos. Sería una intriga siniestra de la barbarie de género: más de un centenar de víctimas de homicidios en serie de cariz sexual. Tal abismo construiría una historia insólita de horror, excepto por un rasgo: es real, nada especulativo ni ficticio. Tan verídico como las víctimas, los documentos, los testimonios, los indicios, las evidencias que se acumulan en Huesas en el desierto, producto de una pesquisa sistemática que se remonta a la década anterior y escruta el presente como objeto de estudio histórico. En el mapa, el punto se llama Ciudad Juárez, que se ubica en el Estado de Chihuahua, frontera mexicana con Estados Unidos, y constituye una auténtica «dimensión desconocida» twilight zone, como la describió el célebre superdetective estadounidense Robert K. Ressler, ya que consiente la más alta tecnología de la industria multinacional allí asentada tanto como los contrastes sociales, la pobreza, el flujo nómada de los migrantes en un territorio inscrito en el crimen organizado, el narcotráfico, la violencia, las toxicomanías destructivas, y donde muchas personas resisten desde el apoya mutuo este empuje opresivo.

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La campana de cristal. Sylvia Plath


"Mi gran tragedia es haber nacido mujer", escribió o dijo alguna vez Sylvia Plath. Su género fue para ella una cárcel. Bajo esa mirada leí La campana de cristal, como leo casi todo últimamente, no tanto por padecimientos propios, sino como un homenaje humilde, un reconocimiento y un agradecimiento a todas las mujeres que con sus luchas, sus tormentos y sus pasiones han logrado que yo no debiera sufrir tanto mi condición de mujer.

Párrafo aparte, me angustiaron mucho, dentro de muchos otros párrafos conmovedores en la novela, estas ocho palabras, dichas por la protagonista tras una sesión de electroshock: "Me pregunté qué cosa tan terrible había hecho".












Sylvia Plath. La campana de cristal. Edhasa, 2008

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La crítica de las armas. José Pablo Feinmann


Hace unos días me recomendaron la lectura de este libro. Lo había leído hace bastante, recordaba trazos de la trama, pero nunca olvidé las sensaciones de asco y terror que me habían transmitido tanto esta novela como La astucia de la razón, a la que deberé volver.

Cáncer y dictadura, cóctel terrible al que el protagonista se enfrenta volviéndose loco, como le dice uno de los tantos psicoanalistas a los que visitó. La descripción minuciosa de esos trastornos obsesivos compulsivos en medio del terror que acecha desde la calle y desde el propio cuerpo son magistrales. Agobiante.

No es esta una novela más de la dictadura; tampoco sé si es "la" novela (cómo olvidar las de Saer, Kohan, Blaustein, Dal Masetto, entre muchos otros), pero sí, es una gran novela, un novelón, una novelaza.












José Pablo Feinmann. La crítica de las armas. Página 12, 2007

Resumen de la editorial
Pablo Epstein acaba de llegar al geriátrico para visitar a su madre. Pasará allí toda la tarde ajustando cuentas con ella y con el pasado: un monólogo cruel y devastador, un monólogo que dura apenas toda la tarde, toda la novela. Es el 21 de octubre de 2001. Es el día de la Madre. Pablo Epstein ya ha tomado la inexorable determinación de matar a su madre. Sin embargo, al mismo tiempo que este discurso se desarrolla, otro relato se va deshilvanando hacia atrás: comienza la dictadura militar argentina y a Pablo Epstein le detectan un tumor maligno. Su propia lucha contra la enfermedad se superpone neuróticamente con la represión militar, se desdobla, se calca y se desdibuja. Los pormenores del día a día durante esos años feroces deviene una categoría extraña: ¿En qué se transforma lo cotidiano cuando se entrelaza con el miedo paralizador o la especulación? ¿Cómo funciona la complicidad cuando el horror no es un secreto? ¿De qué carácter es la culpa de todo un pueblo ante la atrocidad? Por las noches, Pablo espera en su departamento, preso del pánico, que el ascensor se detenga en su piso. Cautivado por su delirio, la posibilidad de explicar por qué enseña filosofía, por qué ha escrito textos revolucionarios, despierta el deseo del secuestro: en medio de la locura, para Pablo, la explicación introduce algo de racionalidad. Continuación o revés de La astucia de la razón, La crítica de las armas es una extraordinaria novela en la que la madre Patria y la madre de sangre son el motivo a partir del cual se produce una de las reflexiones más agudas sobre la vida durante la dictadura militar y sobre el presente. Si La astucia... era la expansión infinita de un sujeto que se desintegra, La crítica de las armas es la concentración poderosa (y la dilación necesaria) de todo hombre en el momento en que está por elegir su destino.

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